Artículo Bachelet en Washington: Los Elogios no son Gratuitos
Las dos sonrisas más cautivadoras de la política mundial se dieron cita el martes 23 de junio en la Casa Blanca. A puerta cerrada y por 35 minutos intercambiaron puntos de vista sobre las relaciones inter-americanas. Ante la prensa, Obama no escatimó halagos para Chile, sus instituciones y el manejo económico, dándole un fuerte espaldarazo a la Presidenta en un año de elecciones. Las relaciones internacionales se construyen con símbolos y ningún gesto es gratuito. Cabe preguntarse entonces qué pidió Obama a cambio de su calculada ceremonia de elogios.
En menos de 36 horas, la Presidenta se dio tiempo para todo. Desayunó con empresarios en la Cámara de Comercio. Inauguró un busto de O’Higgins en la embajada y compartió con la comunidad chilena. Dio una cátedra en Brookings y almorzó con sus autoridades. Se reunió con Obama y luego con el comité de relaciones exteriores del Senado. Dio entrevistas a la prensa y participó en la recepción de gala ofrecida por el embajador. Al día siguiente se entrevistó con Joe Biden y luego con Nancy Pelosi, segundo y tercera en la jerarquía del poder norteamericano. En la OEA, anunció el apoyo de Chile a la repostulación de Insulza.
“Lo que siembras, cosecharás” reza el proverbio bíblico, y el itinerario de la Presidenta lo confirma. A ocho meses de terminar su mandato, su paso por Washington fue un despliegue contundente de poder simbólico, demostrando que el peso de Chile en la región se debe más a su dimensión conceptual que a los estrechos márgenes que le asigna la geopolítica.
El poder de las ideas
Andrés Velasco fue el héroe indiscutido de la jornada. Como economista de prestigio, es un rostro familiar en Washington. En Brookings, un influyente think thank, el ministro explicó en profundidad su manejo económico. Recalcó que la principal vulnerabilidad de la economía chilena no es el precio de los commodities sino la contracción de la demanda mundial por sus exportaciones. Hizo notar que por primera vez en la historia las economías emergentes tienen recursos para aplicar políticas fiscales contracíclicas, pero advirtió que estas políticas no se construyen de la noche a la mañana: requieren instituciones y credibilidad.
Con la claridad y elocuencia que le otorga su pedigrí académico, Velasco detalló las medidas para enfrentar la crisis. Destacó que las políticas microeconómicas son tan importantes como las macro. Mencionó la regulación del mercado financiero (tan exitosa que los bancos chilenos fueron premiados por las clasificadoras de riesgo) y las acciones para asegurar el flujo del crédito; finalmente, subrayó los incentivos al mercado laboral para disminuir los despidos y reemplazarlos por capacitación. Los datos sobre la solvencia fiscal de Chile encandilaron a los expertos.
El manejo económico de Velasco es justamente celebrado por los especialistas. En los próximos años aparecerá como un caso ejemplar en los textos universitarios de macroeconomía. En vista de estos logros, es legítimo que la Presidenta y su ministro estrella cosechen elogios de la prensa internacional y con ello aumenten su capital político en el país.
Sin embargo, no es bueno para Chile que en el exterior se perciba que estas políticas son la virtud transitoria de un gobierno de paso. Lo que verdaderamente beneficia al interés nacional de Chile es el reconocimiento de su institucionalidad, una fortaleza que precede y trasciende a la administración Bachelet. La prensa internacional ha destacado más la prudencia de Velasco que la existencia de una regla. El gobierno debería ser más enérgico en comunicar que el balance estructural es permanente, herencia del gobierno anterior que será traspasada al siguiente. Debe recalcarse que éxito de Chile es producto de su fortaleza institucional y de los consensos en su clase política, y no solo de la sabia intuición de la Presidenta o de la excelencia técnica de su principal ministro.
El poder del prestigio
En relaciones internacionales las personalidades importan y el mejor ejemplo es Michelle Bachelet. Con su historia de vida, su género y su inconfundible simpatía ha logrado generar confianza entre sus pares latinoamericanos, en un evidente contraste con Ricardo Lagos, quien en política exterior fue más ambicioso y agresivo pero terminó su mandato con pocos amigos en el vecindario. El prestigio de Bachelet ha ido en progresivo aumento y hoy está en una posición inmejorable para suavizar conflictos en el disonante concierto de naciones latinoamericanas. Su voz se escucha entre los amigos de Washington y los de Chávez.
Por eso, Obama quiere potenciar el rol mediador de Bachelet. Según trascendió a la prensa, el grueso de la conversación a solas no estuvo en la agenda bilateral—convenios en energía y en salud—sino en los países de la región. Washington agradece el rol de Chile en prevenir crisis (Bolivia y el casi quiebre de la OEA son ejemplos). Cuando Obama expresa sus preocupaciones a Bachelet, confía en su rol constructivo y en su poder de persuasión.
Es normal que la cita no haya acaparado titulares en la prensa internacional. Paso más bien desapercibida, un signo de que entre Chile y EE.UU hay una relación madura. La nota disonante la puso Ileana Ros-Lehtinen, una congresista republicana de Florida que enrostró a la delegación chilena su actitud obsecuente con el régimen cubano. La situación fue incómoda y demuestra la poca pericia de la diplomacia chilena, que debió haber preparado un libreto sólido para este escenario, a todas luces previsible para cualquiera que conozca medianamente la política interna de EE.UU. El titular de la prensa debió haber sido la respuesta de Bachelet y no la increpación de la congresista cubano-estadounidense.
A pocas horas de tomar el avión rumbo a México, la Presidenta hizo público el apoyo de Chile a la reelección de Insulza en la OEA. El tema ya se había conversando con el vice-presidente Joe Biden, como parte de una operación que requiere la máxima destreza negociadora. En estos días, la crisis en Honduras será una prueba de fuego para la reelección de Insulza. Si esta se concreta, sumará un nuevo triunfo en la lista de logros de la mandataria chilena.
El poder del glamour
En casa del embajador, la recepción de gala reunió a lo más selecto de la elite política, empresarial y cultural de nuestro país. En un mismo espacio, degustando las especialidades criollas, se encontraban las cuatro personalidades más influyentes que residen en EEUU: José Miguel Insulza, Arturo Valenzuela, Mario Kreutzberger y la escritora Isabel Allende. Una potente muestra del poder político y simbólico de Chile en el país del norte. Se conversó de todo. Entre los temas favoritos se mencionaban los efusivos elogios de Obama a Bachelet y la osada pregunta de Amaro Gómez-Pablos al presidente más poderoso del mundo: “¿Ud. Cree que es hora de pedir perdón por la intervención histórica de la CIA derrocando gobiernos latinoamericanos?”
A pesar de que comenzó su jornada a las seis de la mañana, la Presidenta conversó con todo el mundo hasta pasado las once de la noche, dando prueba de su imbatible energía. Entre los asistentes, se vio conversar animadamente a Nicolás Eyzaguirre con la Presidenta y a José Miguel Insulza con Mariano Fernández. Estuvieron presentes los embajadores Arturo Sarukhán de México y Héctor Timerman de Argentina, además de Peter Hakim del Inter-American Dialogue, Mario Marcel, José Miguel Vivanco y Jorge Rosenblut. La paridad fue innecesaria, porque las mujeres de talento sobran en nuestro país: además de Isabel Allende, estaban Verónica Villarroel, Andrea Repetto, María José Prieto y Leonor Varela, quien se transformó en la embajadora de facto de la belleza chilena y cautivó a todos con una misteriosa estrella tatuada en el cuello.
Había razones de sobra para celebrar. A ocho meses de dejar su cargo, la Presidenta Bachelet pudo volver con la satisfacción de cosechar los frutos de su esfuerzo, fortaleciendo la posición de Chile en las turbulentas aguas de la región.